domingo, 6 de mayo de 2007

Sobre extrañar y desanimarse a mitad de camino

Nota: Lo que estás a punto de leer tiene ya tres años y fue escrito más que nada en base a ideas y sin un marco de acontecimientos desencadenantes. A pesar de que las cosas no han cambiado mucho desde entonces, pienso ligeramente diferente.

Así de lento cambia uno.

El título suena raro y ligeramente rebuscado, en rigor no es más que un tecnicismo. Dice relación con qué puede echarse de menos y qué no. En base a la definición más popular alguien extraña a otro o a alguna cosa cuando se relaciona con ella, en el caso de objetos inanimados hablamos de poseer dicho objeto. Sea como sea, extrañamos algo cuando deseamos su presencia en un momento determinado en el que no es posible tenerla, generalmente por razones espaciotemporales.

En esta misma línea de pensamiento, extrañar algo que no se posee o que no regresará en determinado instante no es posible. Desear algo que no se tiene y que ésto tenga repercusión en tu cotidianeidad tiene otro nombre. Se llama codicia o ambición, y constituye pecado capital según la mitología judeocristiana. Para un agnóstico eso no necesariamente posee gran significado, salvo a la hora de comprender las verdaderas implicancias de la codicia, de las que deben primeramente rescatarse las que poseen directa incidencia en nosotros mismos. En estos casos debemos siempre pensar en nosotros primero, sólo así puede comprenderse la eventual necesidad de una modificación del comportamiento para que éste vaya de acuerdo con el contrato social que curiosamente guarda una estrecha relación con los preceptos de la iglesia romana.

Dentro de estas grandes implicancias, está el daño intrínseco que supone verse atormentado por la necesidad de algo que no se tiene ni tendrá. Vamos a dejar de lado eso de luchar por lo que uno quiere. Todos sabemos que eso no existe más que en las películas estadounidenses. Mirando a través de este cristal puede uno reflexionar acerca de la forma en que otros son afectados por nuestro comportamiento, y las sorpresas pueden ser poco agradables. Podemos inclusive encontrar personas que que se verán en algún momento más atormentadas que nosotros mismos, y en nuestro ensimismamiento no podemos ver el daño que estamos ocasionando con nuestra actitud. Muchas veces nos cuesta dejar de lado algunas cosas, pero hay que hacerlo alguna vez. en eso juega un papel importantísimo a mi juicio el desaliento.

Existe una leyenda latinoamericana que explica cómo el diablo repartió los males por el mundo. en ésta se relata cómo Satanás salió por ahí a vender males, todos venían en muchos colores y formas de frascos, y la gente aparecía en manadas y compraba enfermedad, envidia, codicia, etcétera, y nadie se fijaba en un frasco pequeño y gris que estaba en un costado del improvisado puesto que se montaba el diablo.

Y Lucifer no se explicaba por qué la gente no lo compraba.

Hasta que vendió todo, excepto el mentado frasquito.

Entonces se dijo "ésta es la mía", y, cansado de hacer lucro con los males, abrió el frasco y dejó que el polvillo gris que contenía se fuera por la Tierra, llevado por el aire.

Ese mal era el desaliento. Y dice O.S. Marden que "El desaliento ha hecho mucho más que cualquier otro agente para malograr los esfuerzos de la raza humana, estropear muchas vidas y truncar no pocas carreras".

¿Puede ser que el diablo haya hecho un bien al mundo al soltar el desaliento? Creo que puede habernos hecho el favor de regalarnos un mundo real, donde no abundan los idealistas estancados, gracias al desaliento nos movemos adelante, incluso quizá pueda ser fácilmente considerado el gran motor de este mundo, gracias a él la gente abandona ideas y conceptos que de otra forma no serían más que una pérdida de tiempo.

¿Cuál es el papel del desaliento en la evolución de la sociedad?

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Publicado por Nahuel el domingo, 6 de mayo de 2007

 


 

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