miércoles, 19 de septiembre de 2007

Y

Y anteayer al despertar he vuelto a ver la raya en la pantalla de mi reproductor y no he podido dejar de pensar en eso.

En eso y en la niña morena y delgada que se subió a bailar al escenario el sábado en refugiobar. Pero lo del player realmente me pudre. En realidad me pudrió hasta que he pensado en comprar un kit de reparación de CDs y pulir la pantalla hasta que quede como nueva.

En ese momento mi mente ha quedado ocupada por la morena ésa y en que no he podido conseguir su teléfono pues tenía que sacar los tambores y largarme a casa.

Y me he subido en el bus a Arauco con las caderas de la morena en la mente y en el pecho la misma sensación de amargura que me ha acompañado toda la semana.

Y antes, en el colectivo camino a tomar el bus he tratado de rastrear los orígenes de esta sensación que sin llegar a estropearme completamente es extremadamente molesta (como una bola de papel de diario tamaño pelota de taca taca atascada en la parte media del esófago), y que no llego a comprender del todo considerando la gran cantidad de éxitos que he cosechado esta semana.

Entonces viene a mi mente la pulpitis de mi cuñado, el sillón dental que necesito comprar, la pega maravillosa que me ofrecieron para marzo (que me permitiría manejar una cantidad enorme de dinero y viajar muchísimo sin tener ni un día hábil ocupado), las clases de anatomía que quiero volver a hacer y de nuevo las caderas de la morena.

Y en cada vacío de pensamiento vuelve a mí esta amargura que sin llegar a estropearme completamente es extremadamente molesta, y entonces comienzo a elucubrar sobre mis carencias y en un arranque de pensamiento aventuro la posible necesidad de abrazar a alguien, sin embargo el sábado he abrazado a muchas personas muy agradables e importantes y nada, entonces pienso por quince minutos en la idea de conseguirme una polola, y acá vuelve a aparecer la morena delgada del otro día y junto con ella otras tres morenas delgadas y bellas, y la idea de que puede que sí tenga un tipo de mujer ideal, y justo en ese instante he divisado un tipo discutiendo con una mujer en la calle, ambos con cara de funeral, y repentinamente ha vuelto a mí esta amargura que sin llegar a estropearme completamente me resulta extremadamente molesta, entonces pienso en que quizá me haga falta jugar más con mi sobrina chica al art attack, aspirar la piscina con mi cuñado hablando de la vida, un Starbucks a la vuelta de la esquina, hidratarme, o más gigas en mi player.

Entonces lo de la pantalla me pudre otra vez.

Y me he olvidado de aquella amargura y he vuelto de Arauco sin ella.

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Publicado por Nahuel el miércoles, 19 de septiembre de 2007

 


 

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